Ayer jueves, 22 de marzo, tuvimos la oportunidad de participar en un Coworking, un espacio de encuentro donde conocer nuevos proyectos, encontrar colaboraciones y hacer contactos para nuestra idea de negocio. Lo cierto es que mereció muy mucho la pena acudir a esta cita (ya os contaremos más adelante en una nueva entrada) pero a pesar de lo idílico que pueda parecer, no todo es de color de rosa.
Cuando has comenzado tu aventura empresarial, una de las ideas que te ronda por la cabeza al principio es que tienes que darte a conocer, tienes que ponerte tu vestido de comercial y vender el gran producto que le estás ofreciendo al mundo. Sabes que tu servicio es bueno, sabes que te sobran las ganas, sabes que lo que ofreces es irresistible, pero eso no evita que te tiemble la voz cuando entregas tu primera tarjeta.
La asistencia a este tipo de eventos, Coworkings, Networkings, y demás encuentros acabados en working nos ayudarán, no solo a conocer a otros emprendedores y personas con motivaciones similares a las nuestras, sino que son una estupenda piedra de toque con la que ir sacudiéndonos esa vergüenza que en muchas ocasiones puede dejarnos sin palabras.
Aunque la confianza en nuestro producto sea total, creamos en las posibilidad que ofrece y en que será todo un éxito, cuando las palabras no salen, hay que apartar la timidez, preparar las tarjetas de visita y lanzarse a la piscina.
Darse a conocer es tan importante como la calidad de nuestros servicios. Más adelante nuestro propio trabajo hablará por nosotros mismos y se convertirá en nuestra tarjeta de presentación, pero hasta que ese momento llegue, la vergüenza no tiene cabida.