Durante estos días, Durban se convierte en la capital mundial de la lucha contra el cambio climático. La celebración de la cumbre del clima de la ONU, ha puesto a esta ciudad sudafricana en el centro de la noticia por la trascendencia de las decisiones que allí se han de tomar, y la influencia de las mismas en nuestro futuro común.
La lucha contra el cambio climático y la reducción de las emisiones de CO2 a través de una reforma del sistema energético mundial, es la excusa que ha reunido a unos 20.000 delegados y observadores de casi 200 países para hacer frente a esta situación global. El objetivo parece claro, pero las herramientas no tanto.
Intentar prolongar el Protocolo de Kyoto hasta 2020 parece ser la mejor solución posible, aunque es complicado cuando países como EE.UU., China, Japón, Rusia o Canadá, algunos de los países más contaminantes, dicen no a este protocolo, y otras naciones emergentes como Brasil o la India, no entran en el juego, precisamente por su condición de países en vías de desarrollo.
Así pues, la Unión Europea, que representa el 11% de las emisiones globales, se erige como protagonista, y parece la única dispuesta a cumplir los objetivos de reducción de dichas emisiones, las cuales alcanzaron un record histórico en 2010. No parece que con el compromiso de Europa vaya a ser suficiente.
Parece que después del fracaso de la cumbre de Copenhague en 2009, aún nos queda una última bala en la recámara. Esperemos que sepamos utilizarla con inteligencia, porque el tiempo se acaba.
¿El futuro está en sus manos?