Según la definición de la Real Academia de la Lengua (RAE), el verbo motivar, en su tercera acepción, se define como “Disponer del ánimo de alguien para que proceda de un determinado modo”.
La motivación en el trabajo tiene dos puntos de vista bien diferenciados: el del empleado y el del jefe. El primero de ellos obtiene a través de la motivación el reconocimiento a su trabajo, alcanzando una autorrealización profesional que se traducirá en un estado de bienestar personal. Por su parte el segundo ve como a partir del buen trabajo realizado por el empleado, la organización o empresa alcanza un nivel de rendimiento y de funcionamiento óptimo.
Las técnicas de motivación son muy variadas, comenzando desde el momento en el que se realiza la selección del personal, pasando por el establecimiento de objetivos que sean posibles y medibles, e incluyendo el propio reconocimiento del trabajo realizado, ya sea a través de unas palabras o mediante un incentivo económico. A esto se puede sumar la mejora de las condiciones de trabajo, haciendo que el trabajador disfrute de un entorno agradable que mejore la confortabilidad, así como evitar los trabajos monótonos y repetitivos, realizando un mayor número de tareas en cada puesto.
Lo curioso es que no siempre el factor económico es el principal agente motivante para un trabajador. La estabilidad laboral, el ya comentado reconocimiento del trabajo bien hecho, la conciliación de la vida laboral y la vida familiar o un proyecto ilusionante, son elementos con un peso superior al meramente económico. De esta manera, los jefes y el departamento de recursos humanos disponen de herramientas numerosas y variadas para obtener el mejor rendimiento de la plantilla.
Os dejamos una infografía que ilustra de manera gráfica todo lo recogido en el post de hoy.
Para terminar, por si hoy te has levantado algo bajo de moral, te dejamos una píldora de motivación, cortesía de Wayne W. Dyer.
SI CREES TOTALMENTE EN TI MISMO, NO HABRÁ NADA QUE ESTÉ FUERA DE TUS POSIBILIDADES