Si la semana pasada hablábamos del protagonismo que poco a poco van adquiriendo en la industria del automóvil los vehículos híbridos, quizá este sea un buen momento para responder a una pregunta que seguramente todos nos hemos hecho en algún momento, ¿cómo funciona un coche híbrido?
En primer lugar, vamos a dejar claro qué es un coche híbrido. Podemos decir que este tipo de vehículos se caracterizan por combinar dos motorizaciones, un motor de combustión interna, que puede alimentarse de gasolina o diesel, con menor cilindrada que un modelo equivalente de motor convencional, y otro eléctrico que se alimenta de baterías adicionales a la batería principal.
El motor eléctrico va conectado a la trasmisión o empujando directamente las ruedas, con una sonoridad prácticamente nula y un régimen muy bajo de revoluciones. La energía que se “desperdicia” en las frenadas, las retenciones y las aceleraciones son recuperadas por este motor a través de una función denominada Generador.
A la hora de arrancar desde una situación de parada, es el motor eléctrico el que se utiliza para mover el coche inicialmente, pasando al motor de combustión cuando se alcanza cierta velocidad. Durante la aceleración, al ser el motor convencional menos potente, este se ve ayudado por el eléctrico, lo que supone un ahorro de consumo pero con un comportamiento similar a si tuviera más potencia.
La circulación en ciudad y en determinadas circunstancias, que requiere una velocidad de crucero baja, permite que todo el empuje lo realice el motor eléctrico, siempre y cuando el nivel de carga de las baterías lo admita, con el consiguiente ahorro de combustible y la reducción de las emisiones y de ruido. Sin embrago, si la circulación requiere una velocidad de crucero media/alta, es el motor de combustión el que entra en juego, con la ayuda del eléctrico en casos puntuales.
En función del tipo de frenada, el coche podrá exigir el funcionamiento del sistema convencional, en el caso de que sea necesaria más potencia, o por el contrario, si la potencia de frenada es baja, en lugar de los frenos de disco, se utilizará la ya comentada función Generador, convirtiendo el movimiento del vehículo en electricidad y recargando las baterías. El exceso de potencia del motor de combustión, así como la energía que se desprende en forma de rozamiento, calor o ruido es convertido igualmente en energía eléctrica con la que se recargan dichas baterías.
Por cierto, cuando el vehículo está detenido, no funciona ningún de los dos motores, a no ser que las baterías estén bajas de carga, por lo que no emitimos gases, ni hacemos ruido, ni consumimos.
Desde el punto de vista ambiental, el funcionamiento del vehículo únicamente con el motor eléctrico, supone no inyectar nada de combustible, con lo que el consumo y las emisiones son cero. El motor eléctrico no supone contaminación de ninguna clase. A esto debemos sumar que el motor de combustión es mucho más eficiente, maximizando las distancias recorridas por combustible consumido, lo que, además, reduce la emisión de óxidos de nitrógeno, partículas sólidas, hidrocarburos sin quemar, monóxido de carbono, etc.
La principal ventaja de este tipo de coche es el ahorro en combustible, son más eficientes, silenciosos y con emisiones muy bajas, sin necesidad de un mantenimiento especial y una durabilidad incluso superior a la de un vehículo convencional.
El principal inconveniente es que las baterías tienen un elevado impacto ambiental si no se gestionan adecuadamente.
Actualmente la oferta de este tipo de vehículos ha venido creciendo en los últimos años, así que no parece una idea descabellada echar un vistazo antes de decidirnos a la hora de comprar un coche.
Fuente: motorpasion.com
¿El precio? Bueno, no os lo vamos a dar todo hecho, no? Eso lo tendréis que averiguar vosotros